jueves, 27 de octubre de 2011

Infinita estupidez.

Es increíble el ansia humana por sentirse adulado, halagado. Es evidente que a todos nos gusta sentirnos alabados alguna vez, pero ¿hasta qué punto puede llegar eso? ¿Tanto como para olvidarnos del resto, tanto como para creer que no existe nadie más en el mundo? ¿De verdad se puede llegar al extremo de ignorar las necesidades, preocupaciones y demás factores de la vida del resto del universo?

Será por eso que me gustaría estudiar tantas cosas. Matemáticas lo primero, eso está claro, tienen una extraña belleza que me intriga a investigarlas. Después vienen filosofía, física y psiquiatría. Dos de éstas estarían destinadas a entender el funcionamiento cerebral (o la razón de ser) de todas esas personas absurdas que me ponen de los nervios haciéndose los interesantes mientras hablan de cosas estúpidas con un vocabulario pedante para que nadie se entere y se creen muy maduros y adelantados, y que luego si algo sale mal se enfurruñan como si tuvieran seis años. Un aplauso, por favor, bravo por esa gente.

Más de uno debería conocerse a sí mismo antes de conocer a los demás. Los egocéntricos son perjudiciales para la salud ajena.


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