jueves, 8 de diciembre de 2011

Gracias.

Hoy, después de años regocijándome en placeres mentales y recorriendo con los imperfectos y a la vez bellos órganos de la vista una y otra vez esa creación que no sale de las manos ni de la boca sino de un alma que no existe de verdad, que realmente es esa parte del cerebro que es adicta a las emociones y al arte del llanto; después de tantísimo tiempo intentando comprender y reproducir el precioso misterio de su esencia, hoy he comprendido realmente qué es la poesía. Hoy la he visto con la claridad con que uno ve su reflejo mirándolo sorprendido en un espejo, la he visto adherida sin querer a tus palabras, la he visto en su verdadera apariencia impregnando tu voz que no sonaba, en tus manos que no tocaban, en tus ojos que no miraban. Quizá fuera mas apropiado decir que no sonaba en mi oído, que no me tocaban, que no miraban mi rostro que te anhela cada segundo. Y comprendí, aunque siempre lo hubiera sabido, que no necesitas estar a mi lado para estarlo de verdad. Que me confortas, me proteges y me transportas a casa con caricias verbales. Que la poesía, que es esencia, sólo puede salir a su vez de la esencia. Porque tú eres poesía. Eres aquello que desde pequeña he perseguido, soñado e intentado crear. Y ahora, aunque de nuevo también lo supiera desde el veintiséis de julio del año pasado, he comprendido que por fin la he encontrado y que ahora que la he visto tan real, tan de cerca, siempre se quedará conmigo.

Dentro de muy poco mis ojos podrán bañarse en los tuyos, que son del color del mar en una tarde de verano, y mis labios chocarán con insistencia contra tu boca blanda y cálida. Sólo entonces podrás entender lo feliz que me hacen tus palabras, que siempre han sido las mías, tus gestos, tus silencios llenos de paz y emociones demasiado grandes para el sonido. No sólo eres felicidad mental, que es aquella de la que gozan los poetas, eres también felicidad física, tangible y hermosa.

Quisiera que esto fuera lo más bello que saliera de mis manos. Aunque te garantizo que no será lo único bello porque nos queda una vida de pensamientos mutuos y emociones conjuntas, y a mí me llenará que a ti te llenen mis palabras que torpes e insuficientes quieran plasmar todo esto.

Quiéreme, mi vida. Quiéreme siempre.


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