miércoles, 19 de diciembre de 2012

Weep not for roads untraveled.

No estás perdida. No estás perdida. Hay quien sí lo está, hay náufragos a tu alrededor, los ves a punto de ahogarse. Esto es lo tuyo, acuérdate. No sabes nadar en el agua, pero esto se te da bien. Se te da bien. Te gusta. Nada, por lo que más quieras. Patalea más fuerte. No estás perdida. No estás perdida.

O eso quiero pensar.


Como diría Daenerys Targaryen, "Si miro atrás estoy perdida".

lunes, 3 de diciembre de 2012

El gran dictador.

Lo siento, pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie, sino ayudar a todos si fuera posible, judíos y gentiles, blancos o negros. Tenemos que ayudarnos unos a otros, los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos, la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso.. pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas. Ha levantado barreras de odio. Nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta. Se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos, la verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros. Ahora mismo mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis, la desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el progreso humano. El odio de los hombres pasará, y caerán los dictadores, y el poder que le quitaron al pueblo se le reintegrará al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá. Soldados, no os rindáis a esos hombres que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen lo que tenéis que hacer, qué pensar y qué sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como a carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquinas, con cerebros y corazones de máquinas. Vosotros no sois máquinas, no sois ganado, ¡sois hombres! Lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que no aman y los inhumanos. Soldados, no luchéis por la esclavitud sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee "el reino de Dios está dentro del hombre", no de un hombre ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres, en vosotros. Vosotros el pueblo tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad; vosotros el pueblo tenéis el poder de hacer esta vida libre y hermosa, de convertirla en una maravillosa aventura. En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble, que garantice a los hombres trabajo, y dé a la juventud un futuro, y a la vejez, seguridad. Con la promesa de esas cosas, las fieras alcanzaron el poder, pero mintieron, no han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres, sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer nosotros realidad lo prometido, todos a luchar para libertar al mundo, para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, donde el progreso nos conduzca a todos a la felicidad. ¡Soldados, en nombre de la democracia, debemos unirnos todos!

Sólo puedo quitarme el sombrero ante un genio del calibre de Charlie Chaplin.


¿Hannah? ¿Puedes oírme? Dondequiera que estés, mira a lo alto, Hannah. Las nubes se alejan, el sol está apareciendo.