martes, 19 de abril de 2011

Despierta.

Qué bonito es cerrar los ojos e inducirse a uno mismo a ese estado de sopor feliz en el que imaginas ese amor de película donde cada frase parece sacada de un poema de Neruda. Estado mental adolescente que no desemboca en nada bueno o, al menos, nada productivo. Yo sé que es lo más fácil y lo más agradable, conozco la sensación. Sé que sin imaginación  no llegaríamos a ningún sitio, pero tampoco es menester excederse.

Sé que lo echas de menos. Sé que sientes en cada fibra de tu ser que no hiciste lo correcto. Sé que haces como que el olvido llamó a tu puerta y se llevó todos sus recuerdos empañados de sonrisas, lágrimas, dulzura y tristeza; pero en el fondo todo eso sigue ahí en el baúl de tu vida acechándote cada segundo, apareciendo cuando lo único que quieres es dejar la mente en blanco. Sé que escribes nuevas frases frescas de amor barato donde él las pueda leer y pensar que saliste del abismo, que dejaste de llorar. Sé que acudes a canciones pop que no dicen nada para atolondrarte un poco y crearte un falso estado de ánimo.

Creo que va siendo hora de abandonar el barco, damisela en apuros.


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