Estoy llena de añil. Desbordante, de hecho. Se me hielan los domingos. (Será que no están llenos de amarillo). Cuando creía que ya me había hartado de las canciones tristes, era que no las conocía todas. Así que los domingos se me llenan de violines y pianos desconocidos.
Siempre encuentro una excusa para no quererme.
He actualizado mi lista de miedos. Sólo cambia la gente, el número sigue siendo el mismo.
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