Creo que el mundo de los sentimientos está compuesto por agua. Creo que quiero deshacerme un rato. Disolverme. Diluirme. Creo que, si estuviera perdida, ahora mismo no quiero encontrarme. Creo que quiero atenuarme.
Cómo podemos comparar emociones si no las conocemos. Cómo vas a sentir lo mismo. Sólo puedes sentir distinto.
-Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen, igual, las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué se esfuerzan tanto en fabricar espinas que nunca sirven para nada? ¿No es importante la guerra entre los corderos y las flores? ¿No es acaso más serio y más importante que las sumas de un Señor gordo y rojo? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar de un solo golpe, así sin más, una mañana, sin darse cuenta de lo que hace? ¿No es importante eso?
Enrojeció. Luego agregó:
-Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es suficiente para que sea feliz cuando las mira. Se diría a sí mismo: "Mi flor está allí, en alguna parte...". Pero si el cordero se come la flor, para él es como si, bruscamente, todas las estrellas se apagaran. Y esto, ¿no es importante?
No pudo decir más nada. Estalló bruscamente en sollozos. Había caído la noche. Yo había dejado mis herramientas. Ya no me importaban el martillo, la tuerca, la sed ni la muerte. Había, en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito que necesitaba consuelo. Lo tomé en mis brazos, lo acuné. Le dije: "La flor que tú amas no está en peligro... Dibujaré un bozal para tu cordero... Dibujaré una armadura para tu flor... Yo...". No sabía qué más decir. Me sentía muy torpe. No sabía cómo llegar a él, cómo encontrarlo... Es tan misterioso el país de las lágrimas...
El Principito.
-Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen, igual, las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué se esfuerzan tanto en fabricar espinas que nunca sirven para nada? ¿No es importante la guerra entre los corderos y las flores? ¿No es acaso más serio y más importante que las sumas de un Señor gordo y rojo? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar de un solo golpe, así sin más, una mañana, sin darse cuenta de lo que hace? ¿No es importante eso?
Enrojeció. Luego agregó:
-Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es suficiente para que sea feliz cuando las mira. Se diría a sí mismo: "Mi flor está allí, en alguna parte...". Pero si el cordero se come la flor, para él es como si, bruscamente, todas las estrellas se apagaran. Y esto, ¿no es importante?
No pudo decir más nada. Estalló bruscamente en sollozos. Había caído la noche. Yo había dejado mis herramientas. Ya no me importaban el martillo, la tuerca, la sed ni la muerte. Había, en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito que necesitaba consuelo. Lo tomé en mis brazos, lo acuné. Le dije: "La flor que tú amas no está en peligro... Dibujaré un bozal para tu cordero... Dibujaré una armadura para tu flor... Yo...". No sabía qué más decir. Me sentía muy torpe. No sabía cómo llegar a él, cómo encontrarlo... Es tan misterioso el país de las lágrimas...
El Principito.
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