Quizá ahora quieras comerte el mundo y controlarlo hasta que se enfoque en ti, y lo intentarás hasta que un día descubras que es demasiado grande como para ser controlado por alguien que ni siquiera es consciente de todos los actos que lleva a cabo. Ya sabes, sólo eres (como todos) un defectuoso entramado de impulsos eléctricos y reacciones químicas que no se dan según tu voluntad.
Qué curioso.
El psicoanálisis es la última hasta la fecha de las graves humillaciones que el narcisismo, el amor propio del hombre en general, ha recibido hasta el presente de la investigación científica.
Existió ante todo la humillación cosmológica que le infligió Copérnico, destruyendo la ilusión narcisista según la cual el habitáculo del hombre estaría en reposo en el centro de las cosas; luego fue la humillación biológica cuando Darwin puso fin a la pretensión del hombre de hallarse escindido del reino animal. Finalmente vino la humillación psicológica: el hombre que sabía que ya no es ni señor del cosmos ni señor de los seres vivos, descubre que no es ni siquiera el señor de su psiquis.
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