Que cuando entre mis brazos
resuenen cañonazos,
yo iré perdido entre tus dunas,
dejándolo todo, quemando los tronos
donde reinen dudas.
Toda historia puede contarse a partir de retales de canciones. El otro día empezó a sonar Que se joda el viento a través de mis auriculares de manera totalmente aleatoria. Hay poemas que merecen estar en libros, esta canción es uno de esos. Sobre todo porque habla de nosotros, al igual que otros tantos (nunca son demasiados, nunca son suficientes).
Que si a nuestra locura
vuelven nubes oscuras,
nos cogerán frente con frente
y codo con codo,
cada vez más solos rodeados de gente.
Hoy se ha formado una discusión en mi cabeza sobre la existencia de la casualidad. Es bonito creer que estemos entrelazados por algún tipo de fuerza exterior, pero más bonito es pensar que nos cruzamos absolutamente por azar, que entre los siete mil millones de terrícolas fuimos a parar al mismo sitio y en el mismo momento. Eso hace de nuestra caja de recuerdos (pasados y futuros) una auténtica proeza, algo gigante, luminoso y cálido. Nosotros somos luz y ellos están ciegos.
Y báñate en mis ojos, que se joda el mar
que quiera mecerte a su antojo.
Si no somos nadie, nadie va en contra.
Y si a las heridas quiere echarles sal,
sólo va a encontrarse cerrojos
y las cicatrices de la soledad.
Mi casa está donde estás tú,
los mismos ojos, la misma luz.
We made a promise.
Un palacio de cristal para nosotros.
Cada día que pasa me sorprendes más y más. Que fotos más bonitas. Te amo mi vida y dentro de poco será nuestro ya verás.
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