porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido,
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
Oye mi sangre rota en los violines.
¡Mira que nos acechan todavía!
Parece que han encontrado al amor oscuro de García Lorca, aquel al que iban dirigidos sus últimos versos antes de ser humillado y asesinado a manos de la clase humana que odia la diferencia, que presume alegremente de su ignorancia supina y su inexistente educación social. Ya se saben su nombre y sus apellidos, ya no es su amor secreto. Ya no existen el misterio, las conjeturas, las suposiciones.
Puede completarse, pues, el último capítulo de su vida, arrebatada ya la ternura del no conocer los detalles, viéndose invadidas sus últimas intimidades. A mí me encantan las palabras que desprenden emoción, pero qué quieren que les diga, me gustan más cuando contienen un secreto.
Pronto ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.
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