martes, 4 de septiembre de 2012

Mi gigante de Lannister.

-Permite que te dé un consejo, bastardo -siguió Lannister-. Nunca olvides qué eres, porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil. Úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte.
-Qué sabrás tú lo que significa ser un bastardo -Jon no estaba de humor para aceptar consejos de nadie.
-Todos los enanos son bastardos a los ojos de sus padres.
-Eres hijo legítimo, tu madre era la esposa del señor de Lannister.
-¿De verdad? -sonrió el enano, sarcástico-. Pues díselo a él. Mi madre murió al darme a luz, y nunca ha estado muy seguro.
-Yo ni siquiera sé quién era mi madre -dijo Jon.
-Sin duda, una mujer. Como la mayoría de las madres -dedicó a Jon una sonrisa pesarosa-. Recuerda bien lo que te digo, chico. Todos los enanos pueden ser bastardos, pero no todos los bastardos son necesariamente enanos.

Sin decir más, se dio media vuelta, y renqueó hacia el banquete, silbando una melodía. Al abrir la puerta la luz se derramó por el patio y proyectó su sombra contra el suelo. Y allí, por un instante, Tyrion Lannister pareció alto como un rey.

George R.R. Martin, Juego de Tronos.

Creo que no hace falta que describa la ternura que me inspira el personaje de Tyrion, y lo maravillosa que me parece su amistad con Jon Nieve.


He vuelto, y enganchada a Choque de reyes.

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