Cargando con la vida a cuestas aunque a veces no la deje respirar, aunque la ahogue y la apalee, aunque terminarla a veces parezca un reto. Viendo cómo el mundo sonríe en público y llora a solas, cómo esconde su agonía para no dejar entrever su cruda realidad, sobreviviendo a duras penas.
Y, entre todas, la más especial es ella, aunque en realidad no tenga nada de especial. Deja pasar el tiempo delante de sus ojos, observando, a la espera de algo. Invita a un café a las oportunidades de su vida pero las acaba rechazando. Pequeño destello en un demasiado grande universo, insignificante parte de un todo inmenso. Creando un camino que el viento borra con la misma facilidad con que ella acaba perdiéndose. Pero no le importa. Sigue perdiéndose en grandes océanos de momentos de luz e impresión, de emociones agradables, de risas, de llantos, de personas con mil rostros, de cartas en blanco. Así se mantiene viva, en su permanente estado de espera, sin importarle que el tiempo la acabe borrando.
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