martes, 22 de marzo de 2011

Marina.

El recuerdo de Marina y de los escalofriantes hechos que habíamos compartido me impedía pensar, comer o mantener una conversación coherente. Ella era la única persona con quien podía compartir mi angustia y la necesidad de su presencia llegó a causarme un dolor físico. Me quemaba por dentro y nada ni nadie conseguía aliviarme. Me convertí en una figura gris en los pasillos. Mi sombra se confundía con las paredes. Los días caían como hojas muertas. Esperaba recibir una nota de Marina, una señal de que deseaba verme y quebrar aquella distancia que nos separaba y que parecía crecer día a día. Nunca llegó. Quemé las horas recorriendo los lugares en los que había estado con Marina. Me sentaba en los bancos de la Plaza Sarriá esperando verla pasar...


Carlos Ruiz Zafón.



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