En San Bernardo siempre es invierno, pero nunca Navidad. Parece como si la oscuridad y las luces enfermizas absorbiesen la chispa de la gente, pero una vez que salen al exterior despiertan como de un absurdo letargo.
Siempre es invierno y, además, de noche. Siempre parece que está lloviendo fuera. Siempre parece que todo el que espera, más que esperar el tren lo que espera es un movimiento, una noticia, una oportunidad que lo saque de su infelicidad.
Por eso nunca es Navidad.
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